Todo parecido…
Todo parecido con la coincidencia es pura realidad
Que los personajes a veces se vuelvan casi reales, vaya y pase. Pero lo contrario, ¿dónde se ha visto?
Sandra venía pidiéndome desde hacía algún tiempo que la convirtiera en todo un personaje. Mejor dicho, aparecer en uno de mis libros. Eso sí, bajo su nombre verdadero. Al principio la idea no me cerraba demasiado, pero cuando comencé a pensar en una intrusión chiquita, una aparición casi sin importancia ya la idea se fue volviendo más tangible.
A Sandra, que era muy vanidosa, le importaba su imagen. Me preguntó cómo aparecería, dando a entender que se negaba a ciertas posiciones, tal vez un poco tirando hacia la horizontalidad. Le aclaré que si quería aparecer, iba a aparecer. Pero yo no podía saber dónde, ni cuándo, ni mucho menos cómo. Sólo cuando Sandra se confió en mí, esperando que el oprobio fuera minúsculo comparado con la fama, me convencí de que ella aparecería impresa.
Mastiqué su aparición por un buen tiempo. No cuajaba demasiado. Hasta que un día sí, vi entreabrirse una puertita. Ella iba a estar en un bar, La Giralda, donde Andrea y Claudio, personajes de mi próximo libro, se habían dado cita. Aún más, Sandra conocía vagamente a Andrea de Hebraica, y a Claudio del Seminario.
Contento con la idea de haber encontrado un lugar para ella, me decidí a llamarla por teléfono. No sólo para informarle de su inminente aparición sino, principalmente, para postergar la escritura del capítulo. Mejor dicho, para postergar la escritura en papel del capítulo, mientras todavía terminaba de delinearlo en mi mente.
Ella estaba excepcionalmente locuaz. A pesar de mis esfuerzos por cortar siguió hablando por veinticinco minutos, aunque Claudio y Andrea ya estaban en La Giralda. Sandra, sin embargo, se estaba retrasando.
Se vistió apurada, se maquilló sólo un poco y manejó muy rápido. Pero cuando llegó, Claudio y Andrea ya habían salido, precisamente un minuto antes. Sandra se pidió un café, sin darse cuenta de que había perdido su oportunidad de aparecer en un libro.
Este cuento aparece en Still…life, Mosaic Press, Canadá. Copyright David Mibashan.