Continuidad

Continuidad

Continuidad

Este cuento aparece en Still…life, Mosaic Press, Canadá. Copyright David Mibashan

Como un despertar. Mariela cierra los ojos, se acomoda en su sillón preferido (que hasta hace unos meses ella no sabía que lo era) y se deja llevar. Un nuevo juego, tal vez mucho más que eso, que había empezado hacía poco.

Se pierde en sí misma, sin darse cuenta de cómo ni por qué, y sin que le interese demasiado, Mariela tiene una sensación linda, cálida, plena. Es la sensación de una buena ducha. De esas ganas que entran en la mente como un bichito, como una decisión. “Tal vez dejo de leer por un rato y me ducho”. Elegir la ropa, las medias marrones, las suaves, las lindas. La camisa cremita con volados, la pollera plisada de franela. Buscar un toallón grande, mullido y limpio. Ir al baño, abrir el agua caliente, dejarla correr hasta que la temperatura sea constante. Abrir la fría, graduarla, ya a esta altura con bastante facilidad. Meter una cortina adentro, dejar la transparente afuera. Poner primero un pie, después el otro. Ese mojarse las manos y la cara primero. El entrar debajo del chorro, gozando cada momento.

Mariela se lava la cabeza, la enjuaga, se lava la cara, y cuando termina se pone la crema de enjuague. Se enjabona todo el cuerpo, con ganas, con paciencia, con delicadeza. Se enjuaga primero el pelo, con cuidado de no dejar restos de crema. Después el cuerpo, gozando con sus propias caricias. Y ahora sí, lo más lindo, se queda debajo del agua casi sin moverse, la pone un poco más calentita, trata de que la cubra toda, una hermosa sensación que le viene desde la infancia. Con un poco de temor al frío amenazante, cierra la canilla, tantea la toalla, corre la cortina, empieza a secarse.

Mariela cambia de posición en el sillón. Está relajada, bien consigo misma. Hace poco tiempo que se deja escuchar lo que le gusta. Y lo hace. No le fue muy fácil pero tampoco muy complicado. Simplemente darle más importancia a su cuerpo, a sí misma, a lo que le viene de adentro. Leer, por ejemplo. Permitirse gastar bastante dinero en los libros que le gustan. Ir a las librerías, mirar, elegir, pensar, leer de parada, gozar de algunos párrafos. Y comprarlos, llevarlos en una bolsita. A veces no poder aguantarse hasta llegar a su casa e ir a algún bar de por ahí, pedirse un café con leche con tostadas o un café y una ginebra, abrir la envoltura del libro con ganas, sumergirse en su mundo y empezar a leerlo totalmente entregada.

Mariela saca su lapicera de la cartera y marca las frases que le gustan, corrige algunos errores tipográficos, reescribe frases de acuerdo a su criterio. Se permite doblar las puntas de las hojas, arquear el lomo hacia afuera para que el libro quede abierto. Mirando la hora, y haciendo una pequeña mueca, cierra el libro, lo pone en la cartera y se prepara para salir.

El teléfono la semidespierta de su trance. Mariela estira la mano y desconecta el enchufe. Respira hondo dos o tres veces y vuelve a concentrarse en sí misma. Le debe el cambio a su terapia, a una buena relación pasajera con Emilio, a un nuevo trabajo; pero todo eso es secundario. Lo importante es poder sentir, no sólo lo bueno; desgraciadamente, o por suerte, también lo malo. Esa sensación de abandono al irse Carlos. Una relación tan profunda, y un final más profundo aún. Mariela siente agujas adentro que la pinchan. Miedos, pánicos, preguntas. Pocas respuestas. Esa sensación de estar bien con él, de estar mal sola; de ya empezar a estar bien sola, pero sola. Esa mezcla de emociones que tiene una gran ventaja, no importa si buena o mala, es sentirse viva, sentirse sentir, tener miedos y dolores, pero conciente de todo. 

Sigue escribiendo en su diario. Ese diario fiel que la acompañó durante muchas crisis. Ese diario que supo quedarse solo por meses, que nunca protestó. Mariela escribe una mezcla de ideas, alegrías, miedos, cosas para hacer. Cuando se rompe la mina del lápiz lo toma como una señal y deja de escribir.

El sillón sigue siendo muy cómodo. Mariela ya perdió la noción del tiempo. No tiene necesidad de moverse. La sensación esta vez es muy triste, de vacío. Es como la de un nene al no recibir ningún juguete en Reyes. Una tremenda congoja que viene desde adentro y abarca todo su cuerpo. Lágrimas queriendo salir, preguntas aceptadas ya sin ninguna respuesta. Dejarse sentir y aunque el dolor es tremendo, estar contenta. Esto es parte del juego, de ella, de la vida.

Mariela llena tres vasos de agua, abre los dos frascos de Barbitural, se cubre con una frazada, y despacio, sin apuro, se toma las cien píldoras. Ahora sí, Mariela cambia de postura, se reclina más en el sillón, busca una posición fetal, se cubre un poco más con la frazada, cierra los ojos y se dispone a seguir sintiendo.

One thought on “Continuidad

  1. I appreciate this lovely and sad story. It begins with a detailed description of Mariela’s shower, the careful selection of clean and comfortable clothes, the comfort of her armchair. She remembers the ecstasy of shopping for and reading books, and how she writes in her “faithful journal” until the lead in her pencil breaks – then she is done. I am moved to tears by the way Mariela plans for and carries out the inevitability of her decision.

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