Carta atrasada

Carta atrasada

                                                                                                             París

Querida Ana:

            Perdoná el retraso. Es que hay cosas que uno va postergando y al final no hace.

            Muchas gracias por el regalo. Yo sé que fue idea tuya. Me dijiste que la tuviera siempre en mi escritorio. Ya van casi veinte años y todavía la ranita está ahí.

            Me acuerdo del grupo de teatro. Yo contaba los días hasta el sábado. Era a las dos, ¿te acordás? Y Buenos Aires se moría después de la una. De mañana yo iba de compras, o arreglaba algo, o ayudaba en la casa. Comíamos a eso de las doce y media o una. Era tan distinto viajar en colectivo a las dos menos diez. Sí, en diez minutos llegaba al club. La ciudad desierta, los negocios cerrados. Una paz de después de las compras y de antes de los programas de la noche.

            En el club estabas vos, Gabriela, ¿te acordás?, Gabrielita, Beatriz, Nora, Cora, Marcos, Rubén. Y que alegría cuando llegaba Eduardo, el profe, porque entonces sí, había clase.

            Me acuerdo del disco de “Satisfaction” empezando a aflojar los músculos tensados por una semana de colegios y padres. Y los ejercicios, las improvisaciones, la obrita. Me costó tanto largarme, yo quería pero me era difícil (“tirate a la pileta, Daniel” me decía Eduardo).

            Recuerdo mi inexperiencia, cuando viniste a casa (ahora me doy cuenta de que fue con una excusa muy permeable) y mis viejos se habían ido. Y vos empezaste juegos físicos, y me montaste como si yo fuera un caballo. Y yo era tan inocente y te tenía miedo o respeto porque me llevabas tres años y yo me veía tan chico, quién me iba a querer. Sólo años después sentí lo excitada que estabas, cómo me pedías a gritos hacer el amor. Y no lo hicimos.

            ¿Te acordás de que una noche de octubre del 76 te encontré tomando un café en un bar? Con tu novio, que era un fachito. Yo tenía miedo, miedo del 76. Y me estaba por ir del país. Y tenía la cara mal. Y me preguntaste qué me pasaba. Y te mentí que recién había roto con una piba. ¿Y sabés para qué te escribo? Para decirte que no era cierto. Pero sí lo fue.

            Yo venía de la casa de Marcela. No, vos no la conocés. Y así como no había sabido que vos te habías querido acostar conmigo, yo no sabía que la quería a Marce. Y  me tenía que ir. No, no salíamos en esa época, pero ojalá. Y te mentí, no había roto con ella, nunca habíamos salido juntos.

            Pero, sabés, no te mentí. Ayer mi esposa me preguntó si podía regalarle la ranita a una amiga de nuestra nena porque la miraba con ganas. “No, Marce”, le dije, “hay una historia detrás de la ranita.

Este cuento aparece en Still…life, Mosaic Press, Canadá. Copyright David Mibashan.

6 thoughts on “Carta atrasada

  1. Qué hermoso relato. Mejor poder acomodar el afecto, esconderlo un poquito detrás de alguna cosa que ocasionalmente recibimos y que esta… Permanece ahí, y bos devuelve cada día un poquito el recuerdo y el sentimiento!

  2. Geniales los cuentos! cuantos recuerdos vienen a la mente cuando los leo, realmente un placer, gracias por compartirlos.

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