Bienvenido Martín
El ruido del televisor casi siempre prendido en el office, lo deja pensar tranquilo a Benjamín Balmacetti.
—Dr. Balmacetti a quirófano 2 —dice la enfermera que entró apurada.
Benjamín deja el mate, sube los dos pisos por escalera, se higieniza y cambia la ropa y entra al quirófano donde requieren su opinión, para desempatar, en un complejo caso de cáncer con metástasis en vejiga. Mira los estudios, examina el campo quirúrgico y escucha las dos opciones. Una es la más agresiva, con más chance de sobrevida pero afectando profundamente la calidad de vida del paciente. La segunda es más benévola y le dejaría vivir mejor pero tal vez menos tiempo.
—Clínicamente corresponde seccionar más. Humanamente, la segunda y darle mejor calidad de vida. El paciente tuvo dos infartos entre los treinta y los cuarenta. Probablemente le quede poca vida, yo elegiría la segunda.
Miró a los médicos a los ojos, saludó con la cabeza y se retiró. Era raro, antes de que llegara el doctor Blamacetti al hospital que se hicieran ese tipo de consultas. Los médicos preferían equivocarse solos antes que mostrar sus dudas. Pero con Balmacetti se podía hablar y eso había cambiado el clima de Cirugía en el hospital. Ya era rutina que se hicieran consultas durante la operación. Pero cuando los cirujanos operaban en otros lugares se daban cuenta de lo excepcional que era esa camaradería.
Balmacetti empezó a sacarse los guantes ni bien empujaba la puerta, se cambió la ropa y volvió al office. Como hacía casi dos semanas, los canales interrumpían su programación a menudo. Balmacetti no prestaba mucha importancia, pero sin querer se le iban sumando imágenes en la mente. Perón bajando del avión en Ezeiza y Rucci que sostenía un paraguas. Cámpora visitándolo en Gaspar Campos. Perón viajando por la ciudad y se paralizaba todo. Balbín yendo a visitarlo.
Balmacetti entiende que es algo importante, se vienen las elecciones en marzo, se termina la dictadura, Perón pudo volver después de dieciocho años. Pero a él todo eso le parece ajeno. Le gusta estudiar, aprender, resolver casos complejos, enseñar, ser un referente. Es joven, tiene treinta y tres años, con ayuda de sus padres y de la madre de su esposa pudieron comprar un departamento alejado, pero grande. Había conocido a su esposa en el hospital donde hizo la residencia y se sentía cómodo con Graciela. Volver a casa, comer juntos, hablar del trabajo y ordenar la cocina después, le daba mucho placer. Se permitía dos lujos que le restaban tiempo a su trabajo. Leer ensayos e historia y hacer el amor con Graciela sin apuro.
Graciela estaba embarazada de 7 meses, esperaban el nacimiento para la primera quincena de febrero de 1973. Los nombres serían Martín o Marisa. Le molestaba que los canales de televisión, todos, los cuatro, interrumpieran sus programas para pasar noticias. Eso había ocurrido muchas veces, pero ahora que iba a traer un ser humano al mundo le generaba una sensación incómoda. ¿Era buen momento para traer una criatura? La dictadura terminaba, pero la violencia en el país, el regreso de un Perón viejo, los ánimos revanchistas de muchos, la prepotencia, sobre todo eso, lo asustaban.
La rutina del hospital lo distraía. Conocía muy bien la teoría y la práctica médica. Sabía que si él fuera paciente alguna vez no se sentiría igual de cómodo como cuando él operaba, aunque lo iba a tolerar. Pero con todo lo que sabía sobre la concepción, estar por primera vez en su vida a punto de tener un hijo, lo sacudía tremendamente. No era conocimiento intelectual lo que uno necesitaba, era la sensación de traer a alguien, en el futuro independiente, a este mundo. Crear vida.
Copyright David Mibashan.